"Me encierro en mí mismo como una larva, porque fuera sólo es invierno" (Empédocles)
La mañana
primera de la partida, yo la recreo
con cada ensueño sin posterioridad:
en su isla estéril se conmemora
la condición flotante, el titilar
del penúltimo desgajamiento.
[...]
Para que sea de mi agrado, una casa debe acoger multitud de matices lumínicos: blanco-amarillo al rebotar el sol en las fachadas, dorado cuando arranca el crepúsculo, morados, azules y (ya muy de noche) una no muy acentuada artificialidad eléctrica.
[...]
No es extática, la víspera de la partida
cuya refutación tú ya conoces:
carece de entidad
el abismo del que el fondo ahora divisas.
Expectación falaz,
tú eres el que pones
con una mano lo que con la otra te quitas.
[...]
Lábil, el agua simula su genuflexión: si no le cuesta dejarse encauzar es porque conoce su naturaleza escurridiza, y sabe que podrá escapar.
[...]
Nunca nos bañamos dos veces en el mismo caudal, pero lo hacemos siempre en un único cauce: fascinados por el cambio, nos decantamos inveteradamente por lo exterior y mudable, en detrimento de lo profundo e igual.
[...]
No hay sitio para mí en este valle, no concuerda mi tesitura con la masa coral: yo nací para solista, y entre las cabras / mi rugir se aplana hasta maullido.
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¿Son, pues, sin número las cuentas nuevas que uno atesora?
Los pies fríos
El café aguado
Un folio en blanco
lleno de tachaduras:
evidencias
impalpables de lo aciago
escurriéndome hacia afuera
[...]
Sólo los cautivos se deleitan con el arte de la fuga: el hombre libre deambula en busca de asideros, añorando una pared que le diga hasta aquí hemos llegado
[...]
En el borde de las carreteras, frustra tu tentación / el maldito quietamiedos.
[...]
Eres joven mientras rehuyas / el funesto señuelo de la capitulación.
[...]
¿Son, pues, sin número
las cuentas nuevas que uno atesora?
Acaso no nos incumba, contables
interinos, preguntar por el signo del balance,
y sea la tarea ir sumando
y restando, multiplicarnos y dividirnos
ignorando el saldo final
--que será siempre igual a cero.
[...]
... la constancia del retorno (evidente su empuje, irreprochable su prodigalidad) yo lo deseo, sobre todo, para el disfruta de su música ...
[...]
Para conseguir que los fluidos asciendan, primero debe la bomba hacer el vacío.
[...]
Retener la expulsión de la energía acumulada--diferir el momento de la detonación: dejar que crezca el oleaje, ponerle diques cada vez más altos y columbrar / en secreto su estallido.
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Para quien ha extraviado la senda del éxtasis, perder la embriaguez de la queja puede resultar fatal.
Aquel tiempo en que la más leve torsión de la cabeza podía acabar con la fragilísima beatitud de un instante privilegiado, o un ruido lejano asfixiaba el ondeante silencio de mi interior--aquella permeabilidad extrema, yo la convoco.
[...]
No olvidar, no caer en el abatimiento: remitirse constantemente a las fuentes, y refrescarse en el recuerdo de la plétora que ha de volver.
[...]
Imposible
que el cristal líquido fluya
en este medio frío--
inimaginable, la corriente
de lava en pleno páramo: le falta
verticalidad.
[...]
En los días más anodinos, sólo la proyección hacia el futuro de las horas extraviadas me insuflan la energía suficiente para seguir esperando / el retorno, la conciliación.
[...]
La quimera hacia la que avanzamos, si se alcanza, es marcha atrás.
[...]
Si existió, es que es posible -- y si es posible, quiere decir que no se ha ido, que está ahí delante y volverá a envolvernos: cálida, fértil y perturbadora.
[...]
Elucubras mil planes de evasión que se resumen en uno solo: la Gran Puerta Giratoria, el Solitario Ventilador.
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"¿Extinguirse? ¡Esto es, sin duda, permanecer, como el río encadenado por la helada!" (Empédocles)
El que se acaba contempla al principiante con una mezcla de fervor y sarcasmo,
de ironía y compasión: su fuerza le provoca una extraña mezcla de calor y frialidad --de envidia y de secreto rechazo.
[...]
Somos hijos de las consecuencias, mas padres de lo incausado / cuando le brindas un lugar donde posarse: sólo entonces puedes legar, oh huérfano, y recibir el legado.
[...]
Hacia atrás buceo
en busca del reposo bienhadado
--el remolino
profundo antes del salto.
Doy brazadas, me sumerjo
buscando perlas, y salgo
de nuevo sólo para asfixiarme:
es mi destino de anfibio.
[...]
Aquí estoy para marcharme,
pez-luz de la mañana: en el río
no seré yo el que es pescado.
[...]
El sonsonete que antaño reclamaban las palabras para alzar el vuelo, se ha vuelto ahora un lastre inconsecuente: aun así, yo confío en las virtudes medicinales de la prosodia --esa música insonora que pone las ideas a bailar.
[...]
Si le coloco a la pluma su capucha, alejo el momento de la pronta inscripción; pero si la dejo al descubierto, me expongo a que se seque su punta de oro líquido. ¡Inclemencia! ¿No habrá un instante en tu decurso sin su contrapatida?
[...]
Pobre del que, asiduo de los rumbos inextricables, acaba por recorrerlos con la familiaridad (entre distraída y funcionarial) de un pasillo conocido: para él, las incursiones le mantendrán afuera.
[...]
Sin medida
son las cumbres para el viajero
y la mañana, y el sendero
que se renueva cada día:
no conoce su horma,
el pie que por el éter camina,
ni se detiene el pordiosero
sólo porque carezca de forma
el espíritu que le guía.
Sin peros
acepta los dones quien se toma
a sí mismo como conquista
de lo interno sobre lo externo:
pura vigilia, espera honda,
trayecto que culmina
la vida en el intento.
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Todos somos felinos aplastados por el extraplano deber de contradecirnos.
Los escarceos por el extrarradio duran lo que el tiempo necesario para integrarse en él (o, en su defecto, devorarlo): sea como fuere, poco para lo que ambicionábamos --una eternidad, quizás, de suspiro y vista en claro.
[...]
Muere el futuro
sólo cuando dejamos de imaginarlo
con nosotros en su interior.
[...]
Tras los años fundacionales (hechos a base de instantes privilegiados), llega la hora triste del mantenimiento --plagado de rutinas, reediciones y estrategias defensivas.
[...]
A todas las infamias, convierte en montura ligera / la silla de quita y pon.
[...]
Una intrincada maraña
de caminos se ha desplegado
tras caerse mi mapa al suelo:
las rutas, alteradas
por el golpetazo,
a sí mismas se han disuelto.
Sólo queda ante el viajero
la promesa de distancias--
el horizonte aciago
y la calma en retroceso.
[...]
Nadie conoce la extensión real del pliego, pues es su condición permanecer / no del todo.
[...]
Las últimas reses
pastan en la puerta del verano.
Aún es verde, la hierba tardía,
para el rumiante más rezagado.
[...]
Como la propia marisma,
voy y vengo con la estación:
mi inconstancia es permanente.
[...]
Incansablemente, los escarabajos
excavan una galería en el arenal:
la humedad, con ahínco van buscando.
[...]
Los elementos son primordiales
para el hombre incidental: sólo en ellos
y por ellos reconoce su carácter esencial,
telúrica mente.
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"Recorriendo todo camino, no llegarás a encontrar, en tu marcha, los límites del alma" (Heráclito)
La última palabra (la definitiva) irrumpe siempre cuando empiezas a escribir / la frase siguiente.
[...]
Yo soy lo que vi
en estado de buena esperanza:
grávido de atención,
participante,
a la sazón me desplegaba
con el ánimo pueril
y el corazón expectante
--un pie en el azul mañana,
el otro en el ahora marrón.
[...]
Como ciertos pajarillos, que siempre que pueden corretean, yo sólo despliego las alas para huir.
[...]
Un sólo golpe de dados afortunado no sólo abole el azar, sino que inventa / para sí solo la necesidad.
[...]
El imperativo de la búsqueda
lo es, en puridad,
de los espacios libres
--y el afán
insidioso de la huida
constituye su trámite necesario,
su preámbulo de aire
y agua que se desbocan.
[...]
Basta una espiral / grácil y silenciosa, para que las hojas / antaño desperdigadas, se congreguen alrededor / de un eje vertical y soberano.
[...]
"¡He de tener aire para respirar! ¡Y que se haga de día!" (Empédocles)
[...]
¿Cómo no ibas a oscurecerte, si volviste la cabeza de las cumbres relumbradas a la ennegrecida sima / anegada de miasmas y vapores tóxicos? Quien, para respirar, necesita el aire prístino del altiplano (más asfixiante para el patán), no debería / adentrarse en el cráter horizontal del mundo humano.
[...]
El volcán donde pereció abrasado Empédocles fue la parrilla fétida de la urbanidad: cuando saltó a la boca dentada del Etna, su espíritu alado ya le había vuelto la espalda mucho tiempo atrás.
[...]
Las pausas intercaladas en plena frase, yo las reservo / para la respiración MENTAL.
[...]
La palanca con que las nieblan abren
todo lo que está cerrado, es el bendito,
el inagotable
cansancio de todo.
[...]
El harto no está ahíto, sino vacío --en absoluto colmado, salvo de sí mismo y su marasmo.
[...]
El poema contiene la sensación como un pastillero su gragea: íntegra, no visible y al abrigo de los vientos.
[...]
El último vuelo
de la luz rasante
no aterriza: sobre la mesa
va patinando, como un eco
desmedido de pureza
en la que vuelvo yo a encontrarme
--aéreo, insustancial y veterano
compresor de sensaciones postreras.
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"No deseas permanecer: deseas perderte" (Empédocles)
Conocer las sustancias mutuamente excluyentes, los fluidos que se muestran aversión, los elementos que se repelen --y amalgamarlos en una síntesis del todo inédita, mitad alquimia, mitad aberración: sólo entonces, sin discordias aparentes, podrá manifestarse el antagonismo primordial (el que parte en dos la montaña y divide todos los seres).
[...]
Contra la infamia de no recibir, la soberbia de no reclamar --pero, eso sí: seguir aguardando.
[...]
El don
ya lo presiento:
frescura
anterior al alba,
contento
por nadie y por nada,
satisfacción,
ligereza, holgura
de existir y verse entero
--gracia pura
de los partos sin dolor:
ya en lontananza,
como viniendo.
[...]
La enormidad acuática, por sus cantos la deduciréis: ella resopla / ambivalente: ora emergiendo, ora dejándose caer / hasta las simas oscuras.
[...]
El hecho de mirarla, más lejos la sitúa de lo lejos que ya está: mi contemplación pone distancia / entre su ser y su aparecer (aunados si la recuerdo, partidos si yo no).
[...]
Ya pronto cesará el ritual / que te convoca y te obliga a hacerte LUZ: vendrán entonces las esperas pequeñas, los silencios denodados, el estupor / de saberte al lado y no aguardarte. Así son las horas: más plenas, más conformes / cuanto menos abundosas.
[...]
Con una lente de aproximación
miro la estrella remota:
vista desde mi habitación,
su apariencia es vaporosa:
¿será ella la borrosa
o es que la emborrono yo?
[...]
Salmonitis.- Dícese de la inflamación de la glándula metafórica, en virtud de la cual todo agua que fluye hacia abajo le parece al afectado una invitación a remontarse hacia las fuentes.
[...]
"¡Una vez! ¡Una vez más debe brotar la vida para mí! ¡Y lo quiero!" (Empédocles)
[...]
El arte de INTERRUMPIR la frase y hacerla flotar, ¿tú lo conoces?
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El día en que vuelva la vista atrás y vea un huerto concluso, una cerca y su espinosa red / percibidos desde afuera, podré considerarme agricultor --y no como ahora, alabado sea Dios, un humilde robaperas.
Los frutos silvestres continúan salpicando la vereda de rojos, ocres y amarillos: sus promesas me embriagan todavía, pero menos / como anzuelo que como puro salvavidas.
[...]
La destreza expresiva, el maldito oficio literario, devuelve los cambates a su orden natural: el del evento (no su reflejo), el de la sal (y no la estampa).
[...]
Puede uno afirmar que está maduro (maduro para caerse del guindo) cuando ya no se reconoce capaz de sucedáneo --y aun así, ignora qué es el modelo.
[...]
Estos conjuros
dirigidos hacia Levante,
yo los formulo con la boca pequeña
--no vaya a ser que el suelo duro
acabe por romperme la sesera,
ya ande ésta o no ande.
[...]
Acumular sensaciones indescifradas, para vivirlas (por fin) cuando el Gran Código vuelva a rescatarme.
[...]
¿La carne es triste, o la has cocido
en la olla equivocada--hasta extraerle
todo su jugo y dejarla, seca e insípida,
exangüe en el fregadero?
[...]
AHORA es el instante que se empieza y rompe el tiempo / en un antes y un después (de él, por un lado, y lo demás, por el otro: pálida mañana de invierno).
[...]
Los llamados "grandes bebedores" ya han olvidado los estragos sublimes de la embriaguez. Su libar es melancólico: recuerdan, pero no aciertas a rejuvenecer / el don extático que les dio la vida. La botella se convierte, para el anónimo inconsolable, en el término no marcado, en el páramo final.
[...]
Toda ruptura posee el encanto de un nacimiento / y de una reincorporación: al ámbito innominado, a la expectación / insepulta bajo los piececillos del insecto.
[...]
La luz
en sus destellos se reivindica:
no bien ya se ha entregado, ella desmiente
la confusión de su presencia
con su estatuto de FUENTE.
[...]
Mi capacidad de conmoción, yo la perdí / de un testarazo contra el techo: apenas consigo, tras ver las estrellas / un mareo ocasional, una impostura / de lo que ayer fue el éxtasis y hoy, puro marasmo.
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“Un desierto es un espacio, y un espacio siempre se cruza” (Gregory Peck en Cielo amarillo)
Empieza a llover sobre el bosque ya húmedo. Las hojas se echan a tiritar.
Lo que de lejos parecía una cabaña semiderruida, resulta ser una pila de heno aún sin terminar.
El frufrú de mis pasos en la hojarasca se lo ha tragado el chisporroteo incipiente del agua.
Río turbio: tus intenciones me son traslúcidas.
Campo de Castilla, verde al comienzo.
Chopera amiga, ¿por qué me arrojas, en la noche,
tus frutos aún sin madurar?
Araña peluda, ¿de dónde, ese encono
por inflitrarte entre mi ropa falaz?
El desánimo guarda un contacto muy estrecho
con la materialidad de las cosas, pesos y medidas;
el entusiasmo, en cambio, de tan evanescente
linda con lo inventado.
Yo fui otro--mañana. ¿Qué será de lo que ahora soy, si aún no he acabado de percibir lo que estoy siendo?
Aleteos confusos en el exterior (animal o cosa).
Sólo echa a caminar el andariego cuando las botas se le han preñado de barro, es decir: cuando ha desplazado todo su peso afuera.
He de dormir con cierto estilo: en un saco, sí, pero ceremonialmente.
A la brava, uno acaba por perder el sentido de sus límites y se despeña por su yo abajo.
El aguijón únicamente se deja notar cuando te mueves.
Sigo estando aquí: eso no cambia jamás, ni ha de hacerlo.
Con la casa a cuestas sólo se puede ir a paso de tortuga (o de caracol).
Llanuras cercadas: campo de concentración de quién.
En qué punto la hierba pisada puede llamarse camino en propiedad,
y en cuál simple intento.
Este deambular sin rumbo es la condición sine qua non del sentido del don.
En realidad, yo no he renunciado a la casa, a su función y a su concepto:
simplemente, me la he echado al hombro para recobrar su valor cósmico y elemental.
Quien carece de planes pierde en certezas lo que gana en serenidad.
Mi reino (que todavía ignoro) por un campamento-base (que aún no he logrado instalar).
El iglú ambulante donde me guarezco del sol y los chubascos constituye la capa interior de mi exterior más vulnerable¾y la membrana exterior de mi interior menos visible: ambos uno solo.
Sigo el eje móvil, el centro itinerante: no su ausencia, la cual me abocaría a la completa dispersión, a la ceguera.
Brumas matinales: augurios de claridad.
El agua en suspensión oculta al infractor llegado de tierra firme.
Ni una queja, el río a la chopera.
Ese que insiste tanto en entrar, lo único que pretende es salir cuanto antes una vez se encuentre dentro.
Dos flechas, con una misma cola y la punta bicéfala.
Si aspiras a la permanencia,
empieza por dejar de pensar en el futuro.
Procesión de nubes, ordenadas hacia dónde.
Utilidad de lo perfectamente inútil: lujo del que no puedo prescindir.
Un exceso de desenvoltura conduce al desmañamiento, a la afectación.
Desde el puente no diviso el puente, sino el río (claro).
Roba ahora el cielo todo el protagonismo que a él antes le birló la tierra --así añade cien años más a su dominio secular, y tan sólo artificialmente interrumpido.
Quien construye iconos de dioses no construye dioses.
Para seguir en el mismo lugar, lo más sensato es mudar de sitio.
Llega un momento en la vida de cada cual en que ha de decidir si el estómago es su criado o su criador.
El vínculo: con aquéllos o con Éste.
Las nubes son el aspirador visual del cielo: debe ser por eso que se me va el santo siempre al mismo sitio, succionado.
Toda luz brilla a intermitencias: lo que yo pretendo es abreviar
la espera entre parpadeo y parpadeo, hasta el día (ah)
en que al ojo devenga continua.
La tranquilidad que confiere el poder asegurar ¾con un margen de error próximo a cero --que el próximo ruido que rasgará el silencio no será de origen humano.
Placer al extender en la pinaza todas mis pertenencias y poder abarcarlas de un vistazo.
Tras descubrir la Arcadia, lo auténticamente sobrehumano es permanecer aquí y, de tan completa y total, no acabar por aborrecerla.
No es tan relevante dejar de ganar cuanto perder poco --y que sea fruto maduro de la erosión natural.
Reconozco la plenitud porque diría que nada la precedió, y que nada le sigue.
Así como se habla de un tiempo idóneo para toda cosa, hay que postular un lugar adecuado, lejos del cual el acontecimiento ni siquiera se produciría.
No hay renovación existencial verdadera que no viva cada uno de sus episodios como un hito singular, aromático y resplandeciente.
Frugal hasta pedir más.
Nadie que me socorra ni persona a la que auxiliar:
divinamente desamparado, voy a cobijarme bajo el sol que más calienta
--omnisciente, poderoso y tutelar.
Se enzarzan las ranas en combates trovadorescos,
a ver quién glorifica mejor.
Tenía que ser en La Mancha, precisamente, donde yo consumara mi paso de Quijano soñador a Don Quijote soñado.
Prohibido desvelar el secreto: este idilio subsistirá en la más suculenta de las clandestinidades.
Empotrado entre los pinos, trato de devenir / uno con las peñas.
“Tan a cubierto se halla el hombre bajo rastrojo como bajo oro” (Cartas a Lucilio, VIII), o mejor aún, pues mientras que un exceso de éste puede aplastarle, uno de aquél a lo sumo le confiere más calor.
¿Es por casualidad que, en estas semanas de errancia, lo único que he extraviado haya sido mi abrelatas?
Caminante, no hay camino: basta con que no olvides de dónde partiste.
Me lancé a la piscina sin saber si hay agua¾y, si es preciso, la llenaré con mi sangre (o con mis babas).
Ante el prado florido consumo la obra ingente de no obrar más.
Jerarquizo en el temporal qué expongo a la inundación y qué mantengo a cubierto.
Furtivo: de lo que ya es dado.
Las mapas sólo sirven para perderse con conocimiento de causa.
Se sutilizan las puntas hincándose adentro.
En la indistinción verde, una señal se clava.
Nada más odioso que dejar / huellas en el bosque intacto.
Ni rastro de rastros / han de quedar.
Pies de plomo / con alas en los tobillos.
Las restricciones impuestas desde fuera espolean el deseo de nuevas imposiciones, esta vez, completamente voluntarias.
¿Pues a dónde voy a ir, señora mía, que no acudamos,
al final, todos juntos?
La irresolución genuina, y no meramente formal, exige descartarlo
todo para entregarse al acopio simbólico --en el otro extremo:
donde nada cuente, excepto lo que aquí se da por descontado.
Reventó el caballo / justo al descabalgar el jinete.
Este caballero andante profetizará lo ya dicho (y, por ello mismo, inédito aún).
Segregándose de lo usado, el eremita aspira a reintegrarse en lo inaugural.
Pegado a los riscos ausculto / la vida alrededor.
“Sin una regla, no enderezarás las cosas torcidas” (carta XI).
De anfibio ahora quiero mutar en pez, para volar a lo más hondo ¾allí donde el suelo es firme, y no sólo horizontal.
Nos engañan las hipótesis que sitúan al reptil en el inicio de la cadena evolutiva: en realidad (gracias a su inmovilidad extrema y a esa parsimonia que le es inherente), se encuentra en el grado más alto del reino animal.
La escritura es la única actividad del espíritu completamente pasiva, es decir: receptora.
Cuando una especie carece de predador (como es el caso de las ranas de esta charca), está condenada a morir de inanición: al no ser comida, fallece por no hallar qué comer.
El cielo cubierto de nubes impide ver a las nubes cubriendo el cielo.
En esta charca pútrida, oculta entre la vegetación, sólo un Narciso irreal se asomaría a contemplarse.
Me redimen esas largas demoras en las que no hago nada --ni siquiera no hacer nada.
Zumbado.- Dícese del ser que, para buscarse el sustento, emite un molesto sonido similar a un ronquido amordazado.
Quien se mueve sí que sale en la foto, sólo que movido: en plena transformación.
Para el eremita, oír en su bosque voces (por no hablar de motores) es como para el filántropo hallar una cucaracha en su propia cama.
Creced o multiplicaos (traducido: de un lado, la iluminación; del otro, la reproducción).
El ensueño constituye la realidad propia de la conciencia, y la conciencia, el ensueño característico de la realidad, su vocación más íntima.
La primera fase (sencilla, dentro de lo que cabe) en la fenomenología del ermitaño es no ver a nadie; la segunda (esencial y tal vez inviable hoy en día) es lograr que nadie te vea.
Pareciendo a simple vista la nutrida, es la escritura
quien me nutre en puridad.
¿Ningún sitio en ningún sitio?
“El hambre sale barata; la desgana, muy cara” (carta XVII).
Cualquier predicado se le hace un yugo al hombre intransitivo.
Como esas ranitas ya soy: confundiendo su metro cuadrado
con el universo entero, siempre sumergidas en su elemento natural,
con el sustento al alcance de la boca y cantando todo el día al creador.
En el hábito, el éxito se museifica a sí mismo.
Más adentro, más todavía --donde nada ni nadie puedan prorrumpir.
Mantillo vegetal:
cobertura del núcleo
que duerme.
“Redúcete al nivel más humilde, un nivel del cual ya no puedas caer” (carta XX).
Soy una roca metamórfica: ora cristalización, ora fractura.
Los rincones / como vórtices me aspiran.
A-islado: rodeado de aguas por todas partes.
Todo fue sentarse,
cruzar las piernas,
no apoyar la espalda y saber
qué había acabado.
Lejos de los caminos
por los caminos se llega
al ancho espacio abierto, desierto...
“Se mantiene el poeta vacío, en disponibilidad siempre.
Su alma viene a parecer un ancho espacio abierto, desierto”
(María Zambrano)
OTROS TEXTOS DEL AUTOR EN: http://www.sapiens.ya.com/joseluistrullo
En volandas, somos llevados,
pero a rastras nos llevamos:
animales de la inercia,
del río interior nos reclamamos
(del que no espera y se transmuta
de flor en flor, perpetua mente).
(CONTINÚAN LOS REGISTROS DEL TROMBO)
Sólo se te inquiere por la parte de ti que tú no muestras: inopinadamente, han comprendido / que lo esencial ni se ve, ni sale afuera.
[...]
El único equilibrio dinámico que puedo concebir es el que se inmola a sí mismo en aras de su propia imagen, corregida y aumentada (por venir, por venir siempre).
[...]
El tiempo de los cambios sustanciales no se percibe bajo la lente del ajetreo: para calarlo, hay que impregnarse de él (tres partes de espera y dos de puro olvido).
[...]
No se está quieta, la hiedra,
ni se detiene el alcanfor:
su gelidez es aparente
a nuestros ojos, pura saeta.
Por dentro ellos se acrecen,
su posteridad buscando.
[...]
La lenta y progresiva
pérdida de todas las facultades
ignora la erosión de la conciencia:
nuestra evidente mineralización
quiere mentes más y más despiertas
(si no es que, al afirmarse,
la lucidez devora a la sensación).
[...]
Caerán las pústulas el último día:
se borrarán las cicatrices.
En la piel nuevamente inaugurada,
el dolor (otrora infame) escribirá
su breve epitafio de sonrisas.
[...]
Saltándose con zancadas arteras el piélago de pestilentes lodos, el flamenco / acierta a seguir anclado en su laguna interior.
[...]
Las gotas de esencia aromática consiguen flotar, aún no entremezcladas, en el agua unos instantes: pronto habrán de hundirse para poder (humedad que salva) alzar el vuelo, ya en nube transformadas.
[...]
No se prodiga
mi reflejo en los espejos
de la ropa, de la audición,
ni del vino que bebo
ni de tu lencería fina:
ignoro la imagen que doy
y antes brillaba por encima
de mi cabeza de pecador.
Mi aura, cisco se ha vuelto
con que caliento mi ya escasísima
antepenúltima opción.
[...]
La tinta que permanece (ah, promesa incalculada) es la que no impregna la superficie sobre la que se posa, sino la que atina a secarse sin llegar a penetrarla.
[...]
Invertir el orden de los factores, y potenciar el producto así alterado por el mero hecho de haberlos mutado.
[...]
Lo indeterminado hacia el que se dirige esta frase, y al cual ella tratará de preservar, es el dominio desmesurado hacia el que me aproximo cada vez más cauto --no por miedo a que me engulla, sino por pavor a no encontrarlo.
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"¡Oh, como una vela venturosa
me desprendo de la costa, y la ola de la vida
por sí sola me deja!"
HÖLDERLIN, La muerte de Empédocles
No tenías a dónde mirar, cuando cerraste los ojos: ignorabas tu paradero. Tus pasos se habían detenido mucho tiempo atrás, cuando tomaste asiento, y no te quedaban (así lo creíste y así lo dijiste) grandes distancias por recorrer.
Carecías de horizonte, o eso pensabas / tras agotar una sola de las sendas: no iba tu pensamiento en dirección norte, ya no surcaba / aguas profundas tu embarcación.
Y ahora, que yaces / de nuevo en la ensenada, recuerdas las bondades del camino, la atracción desmañada de lo Abierto --sin forma, sin fondo: pura sustancia en expansión.
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"Acepta esta señal,
¡oh solitario! de que pronto
volverá a florecer en torno a ti
la antigua vida"
Hölderlin, "Hiperión"
¿Consolidación? Pa ti. Yo prefiero ser fluido
(...)
Esta corteza que ves que me recubre, no vayas a mondármela: sin su calidez alrededor, moriría de frío (o peor: me convertiría en un ironista).
(...)
Lo que por un mundo has tomado, no era más que una región: la estrechez que te atormenta no es la del estanque, sino la del río / momentáneamente embalsado.
(...)
Seguir buscando, indefinidamente, las vastas praderas donde yo (ajeno y despreocupado) habré de pastar.
(...)
Del lado exterior, la puerta restringe; del lado interior, libera y desparrama.
(...)
La vida como himno, ¿quién la interpreta? Los instantes, en su dimensión musical, ¿dónde quedan plasmados / a despecho del silencio y la sempiterna / síncopa malhadada?
(...)
"How dreary, to be somebody" (Emili Dickinson)
(...)
La insinuación de los estados subliminales / es queda, y no se ahonda / sino en la ocasión incalculada: el descuido, la guardia baja, el desliz o el resbalón.
(...)
Saber lo que hay que hacer, el modo menos: en absoluto la ocasión. En aras de la entrega, nadie calcula / sino en un espantoso desierto.
(...)
La ausencia de signos suele preceder, infaliblemente, al derroche de la presencia. Entonces, ¿quién se acordará de las palabras?
(...)
El éxtasis (o, en su defecto, ese pariente pobre que, con el doble de recursos, consigue la mitad de beneficios: la sublimación) proviene espiritualmente de una carencia --de adecuación, de encaje-- y, materialmente, de un exceso: de energías no utilizadas, de flechas que no dan en la diana, en suma, de una desproporción entre la inversión y el beneficio obtenido (siempre paupérrimo) en el tráfico con la vida.
(...)
Una traba de orden superior (un interdicto) me impele a detener el devenir de un pensamiento y a conformarme, avaramente, con vislumbrarle las antenas.
(...)
Envejeces cuando priorizas tus cálculos de éxito a tu desmedida ambición.
(...)
La oportunidad, o se entrega dócilmente, o tú acabas por forzarla: incapaz de espera, sólo en el fragor de las decisiones sabes BRILLAR.
(...)
Optar rejuvenece.
(...)
La musa antigua se reencarna cada día que pasa en muchachas más esquivas y pazguatas.
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Del lenguaje abstruso, yo me quedo / con su espaciosa sensación de infinitud latente.
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Y si el vivir no fuera
sino matarse conscientemente lo que es
para alumbrar (efímera centella)
lo que puede llegar a ser.
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Isabel... Nuria... Montserrat... Los nombres aprehendidos en la edad primera conservan siempre una humedad eucarística.
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¿Cómo podría el moribundo participar del entusiasmo del renacido, si no es mediante una acrobacia de la memoria (ya saturada) o del deseo (exánime desde hace tanto, que ni una llama deduciría en el incendio)?
(...)
Este mundo evoluciona (tragicómicamente) hacia una escasez en la variedad sustancial de la oferta --esos conglomerados tentaculares, esa telaraña-- y una sobreabundancia en las manifestaciones incidentales de la reclamación y de la queja. Así, cuanto más se reduce el espectro de lo posible, mayor es el arco de la repulsión que nos suscita.
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Que la ineptitud para el desarrollo (tan demorado que sus orígenes estelares ya no recuerda) no eche a perder tu envidiable habilidad heurística.
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Una autobiografía cincelada con esquirlas
(...)
Soy el carbonero consagrado a la tarea de mantener hirviendo el fogón con hojas, paja y raicillas: ni un solo tronco, ni una rama que llevarme a la caldera.
(...)
La expectación suscitada nunca se verá satisfecha: en el mejor de los casos, la colmarán deseos que no tuvo y que le fueron concedidos / sólo por no haberlos calculado.
(...)
Por dónde caer
rodando cuando la altura falta
De qué lado inclinarse
si ya estás tumbado horizontal
Hacia dentro no será
(no hay sitio: está lleno)
Quizá a lo lejos,
allí donde las magnitudes
antiguas (espacio, tiempo
y el vértigo de su oscilación)
recobren la rutilante
pregnancia de lo incierto.
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Atarse
y desatarse continuamente
en espiral, en círculos concéntricos
que se abren justo al concluir
su trayectoria inveterada
Empezar siempre
justo donde quedó la última
vez (la que se dijo la definitiva,
la pobre ilusa: la peor de todas)
Recobrarse
aunque no estuvieras en venta
aunque nadie pagara el precio
Ir en busca,
salir en busca
y no volver,
no regresar
hasta que los vientos cambien
y haya que soplar de nuevo
de dentro a afuera.
"Cuando la vida se detiene,
se escribe lo pasado o lo imposible"
J. HIERRO, Libro de las alucinaciones
Trombo: Estado no fluido de la mente.
Blog (este blog): Certificación calurosa de los vaivenes del trombo.
Invitación a la compañía: A toda la Compañía, al Pelotón de Fusilamiento, al Destacamento Ilustrado y, sobre todo, al general: ¡NO DISPAREN TODAVÍA!
Aún me queda tiempo
(sólo son las 36 y media)
y puedo recobrar
el vuelo perdido
de la celebración que no sé.
Soy capaz de darle vuelta
a este atolladero infernal, y otorgarle
un sentido a la verbena,
al carnaval
donde mi esfera ARDE,
crepita y se con-su-me.
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