"¡Oh, como una vela venturosa
me desprendo de la costa, y la ola de la vida
por sí sola me deja!"
HÖLDERLIN, La muerte de Empédocles
No tenías a dónde mirar, cuando cerraste los ojos: ignorabas tu paradero. Tus pasos se habían detenido mucho tiempo atrás, cuando tomaste asiento, y no te quedaban (así lo creíste y así lo dijiste) grandes distancias por recorrer.
Carecías de horizonte, o eso pensabas / tras agotar una sola de las sendas: no iba tu pensamiento en dirección norte, ya no surcaba / aguas profundas tu embarcación.
Y ahora, que yaces / de nuevo en la ensenada, recuerdas las bondades del camino, la atracción desmañada de lo Abierto --sin forma, sin fondo: pura sustancia en expansión.
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