28 de Noviembre 2004

VIAJE SIN OBJETO

Atado al remo, contemplo
al patrón enloquecido
deambular por la cubierta.

No hubo mensaje preciso
ni cantan ya las sirenas.

El viaje carece ahora de objeto.


[…]


Yo no fotografío lo que encuentro, sino lo que busco. Yo no escribo lo que sé, sino lo que quisiera averiguar.


[…]


Tal vez, como dicen, tu futuro esté escrito. Lo que es seguro es que no lo puedes leer.


[…]


Desde este fortín que me confina tierra adentro hasta ese mar liberador de todas las amarras, un cauce de aguas me llevaría si yo (inerte corcho sobre la evanescencia) me dejase arrastrar.


[…]


Si no tengo lo que tengo
como si me hubiese sido donado,
se desencadena
la lenta premura del despilfarro.


[…]


Eso que llaman (altivamente) descampado, no es sino la continuidad última de la desolación / que atisba, atroz, en la espesura.


[…]


Saber sólo consiste en discernir con soltura suficiente las subordinadas causales de las subordinadas finales, es decir: en respetar la sucesión exacta de los hechos, sin violentarlos.


[…]


Hay un tiempo para acumular provisiones y un tiempo para rumiarlas, cansinamente, junto al fuego.


[…]


Cuando uno “lo tiene todo”, carece de lo esencial: del espacio necesario para verlo como si no lo poseyera, sino como si lo acabase de recibir.


[…]


El desquiciamiento exigido para la reubicación; el caos impulsor de los órdenes necesarios.

Escrito por JoséLuis a las 1:42 PM | Comentarios (0)

15 de Noviembre 2004

CORRIENTE CONTINUA

“El conjunto de nuestra actividad y de nuestro conocimiento no es una serie de hechos y espacios intermedios vacíos, sino una corriente continua” (F. Nietzsche, El paseante y su sombra, 11)

Mi espíritu funciona igual que un motor: para ponerse en movimiento, ha de nutrirse de una fuerza íntegra, no cuarteada —que es la que proporcionan las tomas eléctricas convencionales. Si quiero activarme en un plano elevado, más allá de las sólitas funciones corporales (entre las cuales incluyo ciertas formas de pensamiento mundano y no pocas especulaciones presuntamente intelectuales), debo acceder primero a una fuente de alimentación anómica e informal, síntesis extraña de magma telúrico y atmósfera excelente.

Este combustible no material, a pesar de su rareza constitutiva, resulta muy abundante en el entorno natural: se lo encuentra en estado líquido y gaseoso –aunque también en el pastoso, siempre y cuando se mantenga caliente–, está presente en las cercanías de cualquier modalidad de criatura viva, sobre todo, vegetal; prolifera en las montañas y cerca del mar, donde cobra una insólita densidad. En fin, para encontrarlo cabe también la opción de aislarse del mundo exterior y dar con ella en lo más profundo del ego, que es la sede diplomática que el cosmos impersonal planta en el centro del ser humano.

En cualquier caso, para activar el mecanismo de la sublimación (que es el arte de transformar en ala el lastre y en propulsor los pies de plomo), primero hay que conectarse con la ubre de la vida, que es afluencia y no silueta, que no es perfil y sí repulsa a cualquier clase de concreción.

Sólo entonces, subsumido uno en la anónima ola que todo lo arrastra, cae la cáscara, el escudo se resquebraja, una luz lo envuelve todo y hacia afuera se lo lleva: hacia los limbos, de los que nunca debió salir, o al borde mismo del manantial, que es adonde la criatura se reintegra y de donde ya no volverá a partir.

Escrito por JoséLuis a las 8:58 PM | Comentarios (0)

RUMIANTES

“Mejor que el señorío sobre todos los mundos es el fruto de entrar en el arroyo” (Dhammapada)

Soy una cabra loca: recorro los caminos sin un plan previo, voy de pueblo en pueblo con los ojos de par en par, me adentro en las umbrías y emerjo de nuevo sin polvo y sin rencor (los valles son memoria que empieza y acaba de afuera para adentro: no hay posible comunicación).

Vivo como nuestros antepasados neolíticos: me alimentos de frutos silvestres y agua de los ríos –del caño de las fuentes, no del curso emponzoñado–, me abrigo con la piel de algún animal ya fenecido por causas naturales, duermo bajo la copa de un árbol. Subsisto, conforme y moldeable, y no reservo nada para el invierno: mi espíritu se regocija en una primavera permanente. El día que las fuerzas me fallen, dejaré que me arrastre la corriente y me lleve hasta donde crea conveniente. Mi voluntad es una con la de la mano que hace que el mundo gire y las vidas se detengan: entre el mundo y yo no hay cálculos ni previsión. La inocencia es mi bandera; transcurrir sin dejar huella, mi única bendición.

Por eso contemplo a los rumiantes en sus establos con una mezcla de piedad y conmiseración. Si, por fortuna, he de asistir a su monótona masticación (el mismo pienso, deglutido de mil formas distintas), aprieto el paso y trato de poner la máxima distancia entre ellos y yo. No puedo soportar esa visión: tres tablas brindando un falso refugio, el yugo encima del cuello y la necesaria cooperación para engrosar la bolsa del ganadero. Seguridad a cambio del beneficio ajeno. Un intercambio pírrico.

Yo he de vivir lo que me quede a base de hierba fresca y bayas recién cogidas. Sea reservada la paja para los animales de granja. Mi cuerpo fue hecho para el frescor y la primicia. Y si un rayo me parte en dos cualquier día de tormenta, o perezco congelado en una noche fría, o una fiera me devora tras la vuelta de un sendero, no habrá refutación de este argumento vital: vale más pasar rápido y ligero tras del propio destino, que perdurar cansinamente en el corral del amo.


“Quien ha encontrado el camino por la mañana
puede morir en paz al atardecer” (Kinso)

Escrito por JoséLuis a las 8:55 PM | Comentarios (0)

9 de Noviembre 2004

UN CUERPO EN EL BOSQUE

El fino musgo pulviscular recubre mi piel como una película de otros tiempos se adhiere al ojo que la contempla. Una capa de arena y limo obtura los poros por donde, otrora, yo respiraba. Hojas muertas, tallos rotos y una grasa rara se amontonan sobre mi cabeza, formando una argamasa que, si no solidifica, es porque vivo inmerso en la más salvaje humedad. Cadáveres de insectos, mudas de serpientes y alguna que otra crisálida vacía componen un orgánico muestrario de lo que un día fue útil y ya no. Los desechos conviven sobre mí entremezclados con jóvenes retoños, brotes y semillas que, aun ocultas bajo tierra o entre los pliegues de mi ropa, atestiguan el empuje del movimiento en un entorno aparentemente estático.

También hay ruidos: un fragor de mordisquillos, de patitas que corren, un frufrú de alas levantando el vuelo, por no hablar del gorjeo de un arroyo o esa llovizna persistente que cae de los árboles (agua bendita sobre tierra feraz: posteridad asegurada) y empapa mi frente con sueños de resurrección.

Sigo en mis trece: casi de nuevo barro —amorfo, desfigurado, libre de la determinación que me encarcelaba y de la que me voy liberando—, entrego anuente mi cuerpo al bosque develador. Que sea Él quien me despoje del sudario y me reintegre (ya tan sólo Luz) a la Mezcla primordial.

Escrito por JoséLuis a las 5:11 PM

ASÍ SEA

“No hemos sido creados para el dolor. El creyente se ubica en el placer que lo instala en la realidad, hasta el punto de que puede decirse que su vida es única y exclusivamente la búsqueda del mayor placer posible en toda circunstancia, porque el placer del que disfruta el hombre es su existencia presente. Están los hombres que pretenden acumular y los hombres que buscan la felicidad; los hombres de apariencia y los hombres de esencia. Los primeros en la tumba (muriendo) sólo tendrán su ansiedad y su afán de posesión; los segundos tendrán lo que han construido a su alrededor: un jardín de placer” (Abdelmu’min Aya, Contra el alma).

La embarcación que se refugia en puerto, el primer día se salva; el segundo, corre peligro; y el tercero, se condena a la autodestrucción.

[…]

El agua embalsada no conoce la paciencia. Su esencia es toda actualidad, sin rémora de expectativa. Se detiene: corrupta; continúa: olvido.

[…]

Sólo rompen las olas porque la costa les opone una escollera: si le hiciéramos un hueco al mar, perderíamos la sensibilidad sin alcanzar una nueva esencia.

[…]

Teme cada nueva dilatación como otro estrechamiento de la perspectiva global.

[…]

Si lo echas en falta, es que lo tienes a tu disposición. Un recuerdo no es un deseo, sino algo poseído en estado de carencia.

[…]

No fue hasta que se alejó cuando comprendí lo cerca que estaba —y en ese momento, cesó la distancia y no fuimos más dos.

[…]

Todo un día lloviendo, y las estaciones vuelven a encajar.

[…]

No añadas al kilo de paja de tu infortunio el kilo de paja de tu desesperación.

[…]

La ansiedad por buscar aquello de lo que uno cree que carece es, punto por punto, equivalente a la de quien no asume que posee lo que ya tiene, y sigue anhelándolo.

[…]

Para que el mosto del tiempo no se avinagre, debes convertir tu memoria en una bodega: fresca, oscura y re-so-nan-te…

[…]

En un nido desvencijado, incubo el huevo vacío: si acierto con la temperatura y la presión, tal vez un día se quiebre la cáscara que separa la nada de dentro de la nada enderredor.

[…]

En lugar de invocar el favor de los vientos, toma el remo y ponte a bogar.

[…]

No viajo en velomotor por humildad obrera sino porque, a falta de propulsión artificial, siempre puedo darle a los pedales.

[…]

Si no hay claridad en los extremos, no puede disiparse la bruma que vela y atenaza el eje primordial. Cuando no se divisan los bordes, el centro cae preso de la incertidumbre y la confusión.

[…]

La desaceleración es una forma de movimiento tanto o más inerte que la aceleración. Ambas son huérfanas que paren hijos con fruición desenfrenada.

[…]

Ábrete, y serás abierto. Permanece amurallado, y nada ni nadie vendrá a consagrar tu cerrazón.

[…]

Cuando en tu oído resuenan martillazos, aprende: eres tanto el yunque que soporta como la maza que golpea.

[…]

Contra toda previsión, se van cumpliendo los dones dispuertos para ti por Nadie en todo tiempo, en todo lugar.

[…]

Para convertir tu cruz en un aspa, basta con que le des las gracias.

[…]

Sólo el Uno es único; lo demás, son decimales…

[…]

Cuanto más Tú, tanto más Ello.

Escrito por JoséLuis a las 5:01 PM

DOBLE O NADA

El ser es la nada si no se repite, con sentido, en otro plano. Todo alcanza su identidad cuando se proyecta y, desdoblándose, sale de sí y se contempla, ya sea como isla a la deriva, ya sea como estático archipiélago. Existir es verse como si fuéramos vistos; lo sustantivo es lo especular.

Las cosas, al igual que las personas, aman la duplicación: por eso existen la transferencia y el delirio, el sueño, la nostalgia y la duplicación, para brindar a las criaturas una compañía onírica y, de paso, un espectador. En la elipse de escindirse para recomponerse más lejos, en el arabesco de la conciliación remota, la esencia accede a su autopercepción y se sutura al fin la gran fractura (asiento-movimiento, agente-paciente, sustancia y accidente, pero nunca los dos al mismo tiempo).

No existe razón de amor más bella que la de conocerse lo que es en su encarnación objetual; no hay placer comparable al de ser y aparecer ante uno mismo y, sin embargo, ya por siempre otro. Este es el motivo por el que narramos, fingimos y nos disfrazamos. Para saber cuál es nuestra verdad más íntima, hemos de cruzar la estigia del propio desconocimiento en el orco.

He aquí la paradoja: uno es uno sólo si es dos, público y actor, flecha y diana, querencia de mismidad en la alteridad consumada.

Escrito por JoséLuis a las 4:57 PM