22 de Octubre 2004

COMO SI ESTUVIERA MUERTO

“Hay que escribir como si uno fuese amado, como si a uno le comprendieran y como si uno estuviese muerto” (H. de Montherlant).


Yo hice lo que tenía que hacer, que es (justamente) hacer otra cosa.

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No juzgues tu pasado y no te verás sentenciado por tu propio porvenir.

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La ventaja de las épocas anodinas es que, por definición, no llegan a “calar” en nuestra psique profunda. Así pues, no dejan huella ni provocan traumas insuperables. El único requisito para poderlas cruzar y salir indemnes es no sustantivizarlas, verlas como lo que son (un espacio en blanco entre verbos) y no como lo que querrían ser: la ley universal, el imperio definitivo de la inercia y su primo carnal, el tedio.

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En mi mente voluntariamente infantil no hay medios, nada es instrumental: todo remite a sí mismo y se quiere un fin absoluto y principal. Por eso, quizá, me siento incapacitado de manera natural para el trabajo, la paternidad y las relaciones sociales.

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La elusión es la forma preminente con que el Absoluto hace su aparición. De comparecer frontalmente, su completud nos desalojaría.

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“El delirio constituye un proyecto de vida, como en el no delirante lo es la construcción de una familia o una realización profesional” (C. Castilla del Pino).

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De tanto redondear los párrafos, éstos se convierten en auténticos ladrillos: demasiado filo para un volumen preñado de túneles y galerías.

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Mis palabras no van a ninguna parte: apuestan por el asiento, por la pura efervescencia de lo consabido / puesto a macerar en su propio jugo. Los verbos, yo los conjugo / en su forma pronominal (infinitivo, gerundio y participio:: acciones quietas, apogeo de la contemplación).

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Reconocemos a los espíritus iluminados porque, cuando hablan, tenemos la impresión de que nos están escuchando y, al guardar silencio, creemos ser nosotros quienes estamos hablando.

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“No importa la intensidad de la luz: cuando el individuo es opaco, siempre proyectará la oscuridad, y además creerá que la sombra es su mejor compañera” (Hayy Sidi Sa’id Ben Ayiba Al Andalusí).

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No soy de los que quieren oír el canto de las sirenas atado al palo mayor: yo prefiero remar inmerso en el más absoluto de los silencios (sin señuelos, sin recompensa, sin tentación).

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Se cierran dos ventanas, una tras otra (¡chac!¡chac!), con el sonido de una guillotina aristocrática, con el tesón que da el carecer de persiana y tener que confiar el grueso de la ocultación a una fina película transparente. Se cierran dos ventanas y yo me quedo fuera, mirando lo que no se puede ver, tal vez aguardando la señal para encerrarme, yo también, detrás de las cristaleras…

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“La vida que yo veo anhela los extremos confines, el Desierto, la Selva y nada más” (B. Atxaga).

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Yo también “viví escrito muchos años” (Fogwill). La cuestión es por qué solté el lápiz, y cuándo y –sobre todo– cómo lo volveré a sostener (yo en él y él en mí, ambos una y la misma fe).

Escrito por JoséLuis a las 22 de Octubre 2004 a las 12:39 PM