Vísteme despacio, que luego he de añorar estos años de exposición a la intemperie de no saber / no contestar.
Ponme los harapos lentamente, como si me otorgaras una nueva identidad y yo te dejase hacer, sabedor de mi destreza para las máscaras y el embozo (sobre todo, si viene de fuera).
Enfúndame la camisa, abróchame el pantalón: compón en mí una figura presentable en sociedad, que quiero lucir hermoso en la foto del Juicio Final esa instantánea en la que yo, perpetuo agitador de la apariencia, saldré borroso y con los perfiles movidos (imposible sentenciarme: hay tantos argumentos en contra mía como a favor).
Dame una presencia, infúndeme cierta noción del carácter y la congruencia entre el pensamiento y la palabra, la palabra y la acción: siquiera breve, me apetece conocer en propia piel la ilusión de una personalidad estable antes de mutar nuevamente en agua corriente, duna móvil o brisa marina que, al amanecer, recorre un momento la playa y, enseguida, desaparece.
Escrito por JoséLuis a las 22 de Octubre 2004 a las 12:38 PM