10 de Octubre 2004

BATERÍA BAJA

Hay mañanas en que el espíritu —de suyo automóvil, clásico independiente— se niega a arrancar.

Ahíto el reservorio del combustible material, la chispa en cambio no prende: falta eclosión, bomba emoliente, un crudo empuje que imbuya en secesión lo que en inercia no puede. Por más que cebe la combustión con aire, fuego o tierra, no se atreve el gris rotor a entregarse a la verbena: frío en vena, pedal remiso, este motor otro alimento requiere.

Inspecciono las partes, sus componentes reviso: en algún lugar se rebela, en colusión, la mecánica obedicencia con el empujón menos sumiso. Hurgo entre manguitos, bobinas y abrazaderas; escarbo en los plantinos y en el árbol de transmisión.

No hay manera: hasta donde alcanza lo evidente, el problema no es de índole carnal. Ha de faltar la gasolina mental, o está mi corazón en batería baja. A mi alma sin ruedas, la energía que la mueve es de orden sideral: una hormona o una enzima, quizás, pero de natural impreciso, una sustancia rara (mitad real, mitad imaginaria), un nutriente más fino, un néctar, un maná, una abundancia.

La cuestión es que, ciertos días, no hay quien mueva mi organismo astral ni mis neuronas despierte. Me convierto en un ente mineral y adormecido. Y en el aparcamiento permanezco, estático e inerte, hasta la próxima irrupción del trallazo que me devuelva a los caminos. Gajes de no ser un ente semoviente.

Escrito por JoséLuis a las 10 de Octubre 2004 a las 12:36 PM