4 de Septiembre 2004

TRAJES NUEVOS

“Así como un hombre deja de lado los ropajes gastados y toma otros nuevos, así el Habitante del Cuerpo descarta los cuerpos gastados y va a otros nuevos” (Bhagavad Gita, II, 22).


Prefiero la compañía de un solo pino que la de quinientos seres humanos: por lo menos, el arbolito me revela secretos que, por otros medios, yo jamás podría conocer.


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La Rueda de las Transformaciones, tan denostada por los budistas, nos parece infernal únicamente en su tramo senil: todo es renacer y volvemos a celebrar, como niños, todos y cada uno de los nuevos cambios.


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La luz que busco es la que, en otro tiempo, emanó desde mi adentro, imprengándolo todo con un baño dorado y resplandeciente. Así que aparta ese foco de ahí, que no lo quiero: el haz que ha de guiarme no hay mano que lo pueda sostener, de tan sutil como parece y tan claro como es.


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Para mí ya no hay otoño: mientras crezca una sola mata verde en la falda del acantilado, y sea capaz de adaptar su crecimiento al empuje de los vientos que vienen del mar, y el aroma que desprenda me apacigüe y embelese, yo tendré un hogar y una tarea en este mundo. Hoja, tú impones la perpetua primavera a quienes, haítos de ruido y oscuridad, anhelantes te contemplamos.


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Lo peor no es la sangre derramada: ésa, cuanto menos, conoció la algarabía implícita en su fluir. La sangre triste es la coagulada, el trombo, la que se secó en su herida, la que no pudo decidir si partía o se quedaba. Toda costra es una sombre de lo que pudo llegar a ser, de haberse podido desencubrir…

Escrito por JoséLuis a las 4 de Septiembre 2004 a las 01:47 PM