La primera impresión no es la que cuenta, pero es la única que sí VE: en el súbito encontronazo de dos cuerpos ajenos, salta la chispa que prende el incendio o se abisma en el vacío de la falta de sentido.
La primera impresión rasga el velo de la costumbre y, con ello, recibe ya una ráfaga de luces más intensas que las que, blandas, alumbran apenas al ojo habitual. Toda innovación posee un brillo que le ha sido, en parte, prestado por el enemigo.
La primera impresión, si es origen, funda un reino, le traza los límites, impone a la tierra recién descubierta un orden más o menos desconocido hasta entonces (nada surge de la nada pero, gracias a la primera impresión, eso es lo que parece).
La primera impresión establece nuevas normas o consolida las ya existentes, refuta la alianza con los viejos dioses o la renueva con otro nombre, abre brechas o ciega pozos, exprime o suprime el jugo que contiene todo puño cerrado y a la espera Todo es gozo, al contacto repentino con lo nunca visto ni oído.
La primera impresión es una puerta: a la cima o al despeñadero. Lo esencial es no negarle su carácter plasmático. En el magma ardiente e informe de su iluminación, muchas vías muertas terminan y una sola viva comienza: quien a ella se confía, conoce; quien se le resiste, no.
Escrito por JoséLuis a las 4 de Septiembre 2004 a las 01:43 PM