Nadie sienta la cabeza: nuestra espera del estatus no desembocará en un mar cerrado. La irresolución es nuestro elemento. Yo no he notado, como dices que has notado tú, cuando me ves, un antes y un después. Será que vivo inmerso en mis sensaciones
Para mí, todo se desenvuelve de un modo natural: pasamos de un estado a otro sin que siquiera pueda hablarse de fases distintas: somos una corriente de atisbos apenas vislumbrados, no tenemos forma, no conocemos descanso en tal o cual figura consoladora y paralizante. Fluimos
Por eso, no entiendo la visión de ti, de tu rostro y de tu piel, como una última frontera, el non plus ultra que te convertiría en calabaza o te consagraría como la Reina del Baile. No, siempre estamos en cuestión, siempre en trance de estrellarnos o de remontar el vuelo. Tocarte será una forma de seguir acercándome a ti pero no la única, ni siquiera (tal vez) la más importante.
En la senda iniciática del bandolero y la amazona, cada día está plagado de pruebas, de trampas, de cepos y de luces brillantes y colores inauditos. Podemos condenarnos o redimirnos en apenas un instante.
Eso es vertiginoso, aunque tremendamente liberador. Da miedo, pero estimula.
No hay estación final, en este viaje: el tren recorre la Tierra del Sueño desde que amanece hasta que anochece, y aun en plena madrugada continúa rodando por la oscuridad, husmeando oportunidades para subir y caerse, crecer o irse apagando
Todo es reversible, incluso la muerte (sobre todo la muerte).
Difuntos, seguiremos cabalgando como locos por el bosque, con la cabeza bajo el brazo y una sonrisa de oreja a oreja, mostrando nuestro descanso final como una nueva forma de vida, siempre móvil, siempre cambiante.