¿Cuántas veces puedes concebir, sin que te tiemble el pulso o los dientes te rechinen, un mundo hecho a la medida del deseo, o mejor, un deseo hecho a la medida del mundo?
Si respondes que continuamente, no podré creerte: los sueños se concilian como interrupción del discurso dominante y se encarnan a saltos.
Si contestas que una sola vez, poco más o menos, te retiraré el crédito que te había concedido, no para tu cautela, sino para nuestra trepidación.
Vuelvo a formular la pregunta: ¿hasta dónde estás dispuesto a llegar por ver las haces de rayos coincidentes, la miríada de accidentes felices, el crisol en que tu carne y mi espíritu su cuecen y alean, invirtiéndose los nombres?
Tienes para contestar lo que dura el estupor, o el resto de la espera si optas porque sea yo quien responda: como bien sabes, el orden de las alocuciones altera el efecto final, mas no su causa, no, su causa no, en absoluto, pues su causa es imperecedera e ignora a sabiendas quién la bautizó y quién le va a escribir el epitafio.
Escrito por JoséLuis a las 1 de Julio 2004 a las 12:29 PM