23 de Junio 2004

VILOS

Al poeta que odia encender la chimenea cada mañana, y prefiere calentarse con el radiador; a esa mano perezosa cuyo culto a la llama le impide saber de la chispa primordial; a esa utopía de las calderas electrógenas, yo le espeto: ¿por qué rebuscas en la leñera o en el carbón el reflejo huidizo! ¡A tus novelas! ¡A tus novelas, chorizo!

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Lo trascendente no puede ser trascendido: si se duplica en otro sitio, y distinto a su suelo natal, vuelve a la fuente de la que quiso escapar (donde, ausente otra vez, permanecerá informulada).

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Aventuro hipótesis de interpretación, a cuál más descabellada, no para resolver el misterio del fenómeno descomunal, sino para escoltarlo con guerreros.

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Tú sabrás lo que yo desconozco: ese es nuestro punto de confluencia; ese, tu oscuro magnetismo —el cual, espero, nunca resuelvas (¡oh, tú, mi único abismo!).

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La credibilidad de la actuación es competencia de la platea, no del actor: éste, únicamente a sí mismo se convence.

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Todo se repite. Todo vuelve (como mínimo, una vez: para expiarse, el error; para ver cómo el agua la rebaja, la maravilla).Todo comparece, de la misma forma pero ante distinto tribunal: somos nosotros —impacientes por diferir, ansiosos por irnos— quienes, en el ínterin, desistimos. Cuando se produce la anhelada resurrección, nuestro impulso ya ha decaído, abandonando (en su estúpida huida hacia delante) un cuerpo exangüe, una esperanza vacía y deshuesada.

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Yo sólo fui niño con 33 años, y durante meses. Mi alba ingenuo tardó en prender lo que anduvo rauda en apagarse. Ingenuo, sólo semanas; ausente, la eternidad.

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Vilos: los mínimos imprescindibles para mantener tensa la cuerda. Gozos: pocos, pero inseguros (de otro modo, se ajustarían a mi propia expectativa, zanja y muro). Unción: la mayor, ella sí, desmesurada —que importa menos mi aprensión que el modo que se enreda alrededor de mi cabeza.

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¿Cuántas lunas puede llegar a absorber el mosto de mi esfera en la bodega del tiempo? ¿Resistirá el próximo eclipse en la sala de máquinas astrales, o va a temblar como una enseña maltratada a barlovento? Con la duda implícita en la abertura, sigo criando mi planta rara: ella realiza lo que yo sólo intento. Nutriéndola, soy yo mismo quien me acrezco; renunciando a lo que veo, con mi propia mañana ella sola me deslumbra.

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Las cascadas han de bajar por las rampas tan sólo; el remanso se acomoda a la exacta horizontal. Ningún agua bendijo jamás un suelo aciago, ni recibió a cambio el saludo bautismal —el signo claro de la mutua adecuación.

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Al licuarse su propia cera, la mecha está exhumando un pábilo antiguo sobre el que ella misma cobró fuerza y elevación: con idéntica violencia arden ahora los dos, bebiendo el mismo líquido justo antes de apagarse. (Tal como lo escribo ha sucedido, y prendo también yo).

Escrito por JoséLuis a las 23 de Junio 2004 a las 11:51 AM
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