10 de Junio 2004

Contra toda evidencia

Contra toda evidencia —persistir. A pesar de los pesos pesados, del lastre acumulado en la espera y del argumento habitual contra la confianza —volver a intentarlo. El perímetro de mi mundo es el de mi ilusión, el de mi anhelo justo antes de contrastarse. La superficie que habito es la de no ver sino a contrapelo.


Los compromisos mundanos ahondan la brecha, expanden el tiempo, multiplican la distancia entre este instante de visión y sus espectros de enredadera.

¿De qué hablar cuando nada pasa y todo queda, se queda y persevera? ¿Cómo poner el verbo en movimiento, cómo darle alas a la predicación, si del lado del sujeto se confía todavía en las dos suertes: la de la cima y la de la pendiente, la oscura y la clara, la ida y la venida? Sólo entre dos quietudes extremas puedo aventurar esta palabra; sólo a punto de cuajar, se licuan el amanecer y la noche postergada.

Hay interlocutores con los que es imposible cruzar una sola palabra en la Plaza Mayor sin tener en el acto la impresión de que nos estamos haciendo una confidencia —mientras que, con otros, nos sentimos públicos, expuestos y despersonalizados incluso hablándonos mutuamente al oído.

La termodinámica de la expresión: no basta con la calidez, se requiere también el movimiento (frenético o pausado, no importa, a condición de que se produzca al unísono).

Las estructuras bimembres afianzan la percepción monista del universo —como si no supiéramos que siempre hay un tercero excluido, una cuneta.

La reiteración en el fracaso (la misma piedra es otra piedra), el tedio de caer siempre, no me impide volverme a levantar: moriré ignorante, risueño y empecinado.

Dejé sin resolver las dudas
asequibles a mi alrededor,
y aclaré en cambio las insolubles
—o eso creía hasta hoy,
en que éstas se han marchitado
y aquéllas,
aquéllas han vuelto a reverdecer.

Escrito por JoséLuis a las 10 de Junio 2004 a las 01:29 PM
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