2 de Junio 2004

Hambre de otro manjar

Convenciones: para vulnerarlas. Leyes: para transgredirlas. Sueños: para sostenerlos contra el viento y las mareas incontenibles. Pasión: para nutrirla en la bajamar. Expectativas: para ver, impotente, como se ven defraudadas.


Yo sólo confío en mi intuición cuando escucho lo que la música tiene que decirme: es la única ocasión en que no percibo de memoria.


El automóvil achica las distancias y dilata las esperas. El automóvil se zampa dos de nuestras vivencias más preclaras: la de nuestra pequeñez en el espacio y la de nuestra enormidad en el tiempo.


La vida fácil: la vida en la que no hay que evocar.


Cuando todos los apetitos están saciados, el tedio llama a la puerta para recordarnos que nuestra hambre es de otro manjar.


Analgesia = anestesia.


Las breves temporadas en el balneario buscando la salud — el largo tiempo perdiéndola por los eriales: ¿quién ajustó el fiel de la balanza, cómo se echó a perder la adecuada proporción?


Sales a buscar agua, y por el camino hasta las fuentes pierdes la humedad natural de tu cuerpo. Peregrinas tras el rastro de un resplandor, y en la noche se disuelven los luceros interiores que te permitían avanzar.


La sensibilidad (ese complejo entramado de reacciones brindamos al mundo en correspondencia a sus violentas inquisiciones) es el único escudo 100% reversible: ora nos defiende, ora nos ataca.


Explorar en un mundo de mapas es como leer un libro escrito en otro idioma: todo es evidente, pero nada tiene sentido.


Cualquier estructura es válida, a condición de que cuente con un amplio aliviadero; todas las formas sirven para la sempiterna labor de llegar, tomar posesión y partir acto seguido.


El mundo es una partitura musical: cualquiera puede tocarla, pero muy pocos interpretarla.


Estatus, sí: el de la evanescencia.


fff = ppp (humanamente insostenibles).


La afición al cambio de blanco convirtió al experto tirador en vulgar artificiero.


Libre asociación de imágenes: sólo para poderles percibir la vértebra subyacente (la dictadora).


Lo peor de la resaca no es que el agua retroceda, sino que lo haga llevándose consigo esos corpúsculos en cuya súbita aparición creímos atisbar un mensaje.


La piedra de toque, el instante decisivo en la carrera de todo pianista (atrás el denuedo, abajo la presunción) se resuelve en un único acorde, de no más de dos compases, de una pieza brevísima que el compositor pergeñó en apenas un suspiro — él mismo punto de inflexión y sin retorno: bautismo suficiente, bombazo clarificador.

Escrito por JoséLuis a las 2 de Junio 2004 a las 07:43 PM
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