Hay muchas formas de escribir.
Los hay que escriben para abrir un diálogo, y los que monologan. Quien se purifica y quien lo que busca es mezclarse, darse a la befa de lo igual para encontrar (o encontrarse) en lo indistinto.
Unos, escriben como si leyeran; otros al dictado. Muchos, a su propio ritmo; los demás, al del hado (dechado de aciertos casuales: los más amados).
Sólo yo escribo sin razón. Mis palabras no son respiradero (acaso branquias: ineptas ventanas en tierra firme). Sólo yo abuso de un don que no es mío, pero que vindico como un preso su indulto.
Quizás por tanto responder y dar salidas quiera el mundo el mundo ogro, consumado: el de los anaqueles al completo y el salvoconducto coronarme con una pregunta, un único enigma donde (cuenco) verter mi insolación y mis llagas, y darme a una única tarea concisa, un mero trabajo en que morar y dormirme y echar canas, ahíto de mí y de todo.
Mientras decido si espero o me esperan, yo escribo. Como si no supiese y no quisiera. Y, aun así (vicio de oscuro solitario), irradiando y reflejando. Espejo al borde de un camino poco o nada frecuentado. Esperpento. O quizás gato. Felino con uñas entintadas que araña la tierra y le extrae significado. El de ser o estar. El de estar o caerse. Un sentido, en cualquier caso, que cubra toda mi mano y la acompase y le dé fuerzas y no la agarre. Una luz para ver y otra, tal vez, para no ver. Un inciso entre dos delirios igualmente sabios. Un descanso corto. Un alto antes de volver a la tarea de buscar una tarea, una misión más allá del testimonio de estarla yo anhelando. Un modo de hablar que no me salve ni me condene: que me lleve tan sólo (tan solo) de nuevo hasta la fuente del agua fría y el agua caliente. Un salto estruendoso hasta la cima. Una ilusión. Oro. Un sueño. El vapor. Un vaho. Narcisos. Y ojos. Para verlo y para ver cómo lo veo. Y dedos. Para contarlo. Que si lo callo, yo no habré estado, y todo habrá sido (de nuevo) en vano.
Escrito por JoséLuis a las 24 de Mayo 2004 a las 01:52 PM