Leyendo esta semana el Tratado de armonía, de Antonio Colinas (será para compensar tanto desequilibrio interior), cae uno en la cuenta de lo alejado que suele estar de su propio centro.
Exaltado por la lectura de noticias que serán sepultadas por otras nuevas, dentro de un instante, se extravía la atención picando cualquier anzuelo, con la condición de que sea lo bastante puntiagudo como para hincarse en el paladar.
Obnubilado por la visión de un bosque catódico, en el que ni hay árboles ni hay fuentes, y donde ningún pájaro puede anidar.
Seducido por la lectura de mensajes evanescentes, no se sabe si escritos por otra mano o generados por ordenador (no hay que excluir ninguna hipótesis, incluso la de que estas palabras no estén siendo pronunciadas).
Correteando detrás de la menor promesa de satisfacción inmediata, siempre que no exija un precio muy alto en franqueza y esfuerzo de comprensión.
Nutriendo nuestra rabia acumulada por las sucesivas botefatas, más que para sanar, para enfermar del todo, y así tener razones sobradas por las que llorar.
Explayándomos en público, para que las palmaditas en la espalda retumben por dentro como caricias aunque (reconozcámoslo) de ningún modo las admitiríamos si nos las brindaran: somos demasiado orgullosos, demasiado tristes como para aceptar ya lengüetazos de consuelo.
Escribiéndolo todo con verbo florido, a ver si, por lo menos, nos halagan la elegancia de cubrirnos de ridículo por el precio de un clavel en la solapa.
Quedando abiertos a la escucha de lo que tengan que decir quienes ni nos incumben, ni nos podrían auxiliar.
Alejándonos cada vez más de la conciliación que supondría (ah, el equilibrio de los contrarios) subir un solo peldaño, y verlo todo pequeño y cubierto por una suave pátina de cariño, como ocurre con los belenes de Navidad o las maquetas de las nuevas promociones inmobiliaras, a las que les perdonamos su ingenuidad porque son meras réplicas y caben en la palma de la mano.
Leyendo el Tratado de armonía, y percibiéndola como un eco lejano, comprendo lo desquiciados que estamos todos.
Escrito por JoséLuis a las 16 de Mayo 2004 a las 02:28 PM