19 de Abril 2004

OSCURO CARCELERO DEL FRACASO

Moralmente repugna al corazón la plata bruñida, el oro blanco, las pedrerías: sin tarea se hallaría en un mundo tan bien pulimentado.


Para merecer lo absolutamente real es preciso haber soñado una y otra vez lo improbable, lo inverosímil, lo descartado.


Todos los versos son versos de ningún lugar, de todo tiempo: por eso no los fecho, y permanezco de algún modo siempre escribiéndolos —como si, al pasarlos a tinta, cobraran una rara ubicuidad atemporal.


Si inabarcable y móvil es el espacio por medir, que permanezca estable, cuanto menos, la unidad de medida.


Hay un fondo profano en la limpieza que acometen los otros, un regusto como a polvo arrancado a su sueño que, si soy yo quien lo hace danzar, vuelvo de nuevo sagrado.


Cuando los dedos pellizcan las cuerdas que el arco reservaba para sí, cuando le arrancan como punción el sonido que emanaba como caricia, siente un leve temblor el violoncelista: aún no sabe que de tanta precaución a ellas les complace descansar.


Imposible violentar a la libélula: en su trayectoria (caprichosa externamente), ella se habilita innúmeros posaderos, búnqueres no accesibles al agresor, ni a quien los mira. Inútil apresar el ala traslúcida: su capacidad de elusión la conduce más allá de sí misma, y al espectador deja a un lado —oscuro carcelero del fracaso.

Escrito por JoséLuis a las 19 de Abril 2004 a las 12:03 PM