Hay muerte en toda lucha contra la muerte—pero hay eternidad, cuando uno canta a la vida sin después, al ahora colmado.
La caducidad es un camarero solícito.
Haciéndote visible, te desposeíste de ti; emergiendo a la superficie, la raíz quedó inhumada (a salvo para los buscadores de tesoros).
Quien se resiste, es derrotado: tan sólo vence el que le dice —displicente— que sí a todo.
La inocencia significa perdurar en lo incalculable.
El único optimismo que excluye radicalmente a S.M. la Muerte es la republicana Imprevisión.
La prudencia es sabia; el arrojo es poético.
Arder como la palmatoria en pleno frío —ir evaporándose, aroma en el quemador: con todo el tiempo, con absoluta fruición, inveteradamente.
Utopía, punto de fuga del pensamiento: hacia tu no-lugar siempre propendo, inmóvil en mi absoluto ahora.
Cuanto más me ahormo al instante fugitivo, tanto mayor es mi comunión transtemporal —hermanos, los difuntos todos.
Sólo pierden los pétalos las flores que se abren exclusivamente a la mirada.
Entre el silencio de antes y el silencio de después, cada frase paga su peso en oro.
Si no puedo jactarme de lo que soy, como mínimo lo haré de no compadecerme por ello.
Incapaz de sentir lástima de mí mismo, mis lágrimas las vierto por lo que no he de llegar a ser, no por lo que he sido.
No conozco otros años que los de formación.
“El que duerme en la luz y es miserable,
ése agoniza en el relámpago” (A. GAMONEDA).
Las elucubraciones hablan del hoy, pero inventan el mañana: sin ellas, el tiempo sería una recta sin posterioridad.
Limitado, mi espíritu desconoce la magnanimidad y se vuelve mezquino: para desprenderse de la pus, él también necesita / balcones abocados al vacío.
No se detiene la dínamis del espíritu y la materia sólo porque tú no estés ahí para empujarla—no requiere el viento de tus velas desplegadas, para llevar a su destino la embarcación.
Mis hallazgos, tú los conviertes en constatacón: al paisaje que descubro como revelado, le sustraes su ligereza y lo cargas con la responsabilidad de las certezas consumadas. En tus manos, la crisálida es un ovillo completamente cerrado, sin una vía hacia su luz / adventicia y con alas.
La felicidad en la clausura requiere el escorzo imaginario que sólo confiere / un magnífico punto de fuga, un vórtice hacia el vacío, una ensoñación…
El problema de vivir enfundado en un traje de pizarra es que las palabras pueden inscribirse en él, sí, pero no permearlo.
“Seguir adelante, seguir extraviándose” (C.E. DE ORY).
Escribir las frases de un modo tal que puedan ser leídas tanto del derecho como del revés, y resulte igual de legítimo tomarlas por apología como por impugnación: sembrar palabras, no significados.
Entre los mimbres de lo dicho se desliza (acuática reptación tranquila) la informa silenciada.
“Lo invisible es el verdadero esqueleto de toda cosa y el solo hueso del vacío”.
Frente al batiente cerrado de la posibilidad, los niños dan un brinco / justo antes de empujarla.
Insoportables, los ruidos que me ofenden son los que me persuaden de la existencia del prójimo.
Interpenetración de los amaneceres; identidad profunda, en el acto de emerger: la luz oscuramente triunfa.
Se abre una puerta: hormiguea, vacío, el corredor.