1 de Marzo 2004

Un desvío a las afueras


Incluso ante la ruta mil veces recorriada, el conductor profesional ensueña la inauguración súbita de un desvío a las afueras.


Las riñas sin motivo están cargadas de razones antediluvianas.


Me ilumino de pequeño.


La acumulación de gemas ajenas, ¿es un acto de generosidad o de rapiña? El reparto de la propia quincalla entre los asistentes, ¿es compasiva o penitencial?


“Ver un pájaro libre es estar en una jaula” (C.E. DE ORY).


El drama del celoso no es de índole sentimental, sino astronómica: el carecer de centro propio y orbitar parasitariamente alrededor de los demás.


Bendigo todos los giros —incluso los que me perjudican— por lo que tienen de exceso, de superación de toda expectativa, en suma: de sagrado.


Volver a habitar la estancia de la que tú misma te desahuciaste: ¿conquista o restauración?


Apelo a los deseos que cobijé confusamente en otra época (tener una obra, no dar un palo al agua, alejarme de la ciudad natal o leer exclusivamente libros de la biblioteca pública) para congratularme por mi extraordinaria eficiencia creadora.


Tendré otras vidas, y no estarán en esta.


Se requieren grandes cantidades de tedio acuoso para disolver el comprimido efervescente del éxtasis.


“Ironizar es ausentarse” (E. VILA-MATAS).


Mis cuadernos ya no caben en una cartera: ahora ya necesito un macuto. ¿Será este el escalafón de los dietaristas? Si la respuesta es que sí, ¿qué me espera en el último peldaño? Complejo de atlas.


No es que sea diminuto, es que me veis desde muy lejos.


En la clínica de bulbos son expertos en reanimación floral —o sea, en lograr que, de un vil muñón, emanen colores.


Lo bueno de las puertas giratorias es que son fieles a su eje. Lo malo es que nunca están abiertas de par en par.


Bachiano en la meticulosidad, mozartiano en la expresión, beethoveniano en los descensos, schubertiano en toda ocasión, brahmsiano a la hora de echar el cierre y jazzístico cuanto todo eso, encima, hay que contarlo.


Se equivocan quienes ven el envejecimiento y la muerte como el resultado de una larga cadena de agresiones exteriores, cuando lo cierto es que ambos parte de un proceso puramente interior —la tendencia de cualquier ser creado a reintegrarse en lo increado.


Las cuerdas de mi espíritu no las tañe ningún fenómeno conocido : ellas sólo vibran ya ante la mano inédita.


Si no me resisto apenas a la verbosidad es porque, entre su paja, se oculta el grano del laconismo.


Cada vez más infrecuentes, los raptos van a acabar por encontrarme, insensible y abotargado, poco dispuesto al viaje astral.


La crónica del apagamiento no tiene por qué no ser luminosa.

Ten cuidado con tus anhelos de experiencias remotas: el camino que deben recorrer para llegar hasta ti es tan largo, que pueden presentarse cuando ya no las desees en absoluto


El desfase temporal entre la pregunta y la respuesta, la solicitud y la entrega, es de una índole tal, que raramente consideramos a éstas como el correlato natural de aquéllas —y, así, vivimos siempre con necesidades insatisfechas, por un lado, y satisfacciones innecesarias, por otro.


La solución a este último problema sería, quizás, la que propone aquel: buscar tan sólo lo que se ha encontrado, desear únicamente aquello que ya tenemos para percibir, en un movimiento simultáneo de ida y vuelta, las dos caras de la moneda.


Se requiere una larga coexistencia con el vacío para aprehender la extrema substancialidad de cualquier cosa (por irrelevante que ésta pueda llegar a parecer).


Son mis cuadernos como las tablas de la ley: reveladas en lo alto, aquí abajo carecen de observación directa e incontrastada. Su carácter normativo se mantiene en un plano entre poético y fantasmal, sin perder por ello su aura ultramundana.


Si genero heterónimos (Eneas Fog, Proteo, Flaneur) no es para otorgar identidad propia y separada a las contradicciones que coexisten en mi interior, sino con el firme propósito de incrementar la nómina de los Paradójicos y ésta se convierta en una nueva clase social.


¡Cuánto silencio hay que acumular, cuánta incomunicación, para lograr que todo comulgue con todo, y hasta las piedras tomen la palabra!


Quien desee captar la entidad de lo informe, habrá de sustraerse a toda forma—el que aspire a percibir el centro incoloro del mundo real, que imagine activamente la omnisciencia de la luz.


Si uno escribe es porque uno lee, y no desea que se embalsen en su interior las palabras robadas: deben circular, para que así conserven todo su aroma y su color intacto.


Echo las redes en el mar pacífico, a ver si yo le pesco / la suculencia interior, la escurridiza.


De las mil cañas que he tendido en esta interminable playa atlántica, apenas una o dos me van a reportar algún beneficio —un pececillo famélico, un insípido invertebrado: en cualquier caso, poca cosa para mi estómago voraz y hambriento de un enorme cetáceo.


La única autobiografía que puedo concebir ha de reservar a los invitados el mero papel de espejos.


En el microcosmos de mi conciencia, se suceden las revoluciones populares y los golpes de estado, con brevísimos interregnos de S.M. la Contemplación Conforme.


Toda mi curiosidad la acaparan los acontecimientos de mi propio espíritu, quedando para los hechos del exterior la función de catalizadores.


La autoobservación no tiene, en mi caso, un sentido narcisista o egocéntrico: yo, a mi yo le entresaco las vibraciones cósmicas, el canto impersonal.


Concentra tu atención en un único punto interior: pronto alcanzará el rango de Universo.


Volcado hacia afuera, el tarro dispersa sus esencias / miserablemente.


De la música del suceso tan sólo me interesa cómo resuena en mi caja torácica.


Días de penitencia, víspera del crimen fenomenal —pues, en mi caso, el carro siempre marcha por delante de los bueyes.


Los cuadernos van cayendo como hojas de un árbol que no se ve, pero que guarda / los tesoros en su raíz, y mi sangre en su gran copa.


Ya puestos a deformar la supuesta realidad, que sea por favor al alza: la megalomanía no es más que un trasunto del optimismo.


Acaba lo que se daba, principia la espera: de la quimera del resplandor y el voto oculto / en la futura elevación de los sombríos hasta el rango de linternas.

Escrito por JoséLuis a las 1 de Marzo 2004 a las 07:27 PM