“Una certeza subsiste: algún día habrá algo diferente al día” (B. VIAN).
La delectación: la incapacidad de entregarse al goce de estar, de hallarle el gusto al simple hecho de degustar y ser consciente de ello —la voluptuosidad inherente al vivir, y saberlo, y querer que sea así: esa es la tesitura en la que, a veces, yo me encontraba, y a la que he de volver (en cuanto descorra estas cortinas).
Es la elefantiásica memoria de las neuronas, la que debemos mimar: acumulando experiencias placenteras, negándole las dolorosas (o, cuanto menos, transformándolas en formas exquisitas del goce de existir). En cualquier caso, evitando en lo posible la terca acumulación de los rechazos, el miedo, la negación… la muerte…
Prisión en régimen abierto o libertad en plena clausura: tú eliges / la modalidad de tu paradoja.
El pasadizo (secreto) estoy buscando que me conduzca de regreso hasta la (enorme) plaza interior.
Comoquiera que todo lo que una sola vez se hizo carne perdura en el ámbito celeste de la posibilidad, más que buscar lo que intento es hacer memoria.
“…ese fulgor y esa sonrisa del que se encuentra felizmente fuera de lugar…”
El cultor de lo abierto difícilmente puede ahormarse —y menos que a nada, a una estructura amplia.
Gaia combate a la humanidad con las mismas armas que ésta emplea contra ella: el crecimiento desordenado (cáncer), la indefensión generalizada (sida) y la pura autodestrucción (suicidio, infertilidad, tedio).
Pretendo hacer una obra de mi carencia de obras —un destino de mi aversión a los caminos marcados, a mi desorientación esencial.
Laaaaargas temporadas ausente / entre ser y ser (y su conciencia).
Cada vez que mis párpados se cierran, se hace la noche enderredor: no hay luz para Narciso, cuando él no está irradiando.
Todo esfuerzo orientado a procurarme la facilidad — toda esperanza seducida por la incredulidad característica de los saciados.
Escribir no confiere existencia, ni al escritor, ni a lo escrito: uno sólo la alcanza increadamente, y por donación.
Para conservar su memorabilidad, los estados líricos deben seguir siendo escasos en número y extemporáneos en oportunidad.
Así como la certeza de la partida convierte tu actual bienestar en una reclusión, la evidencia del final es la que te impide renacer.
De la hiperestesia a la insensibilidad no dista más que la reiteración.
Largas temporadas acumulando cachivaches, sólo para poder purificarme después con gran estruendo —muebles que caen, arcones que revientan.
Y cuando corone la cima, podré lanzarme desde lo alto / hasta una profundidad / inédita de placeres.
Los estigmas del ahorcado le acompañan tras la resurrección: por su pasado van a reconocerle, dondequiera que vaya. No ha de sobrevivir a su absolución.
Se va escurriendo poco a poco la tinta, y las letras palidecen al descubrir / su origen material: por cada gota de menos, ellas se aligeran otro tanto de su peso —hasta alcanzar, si Dios quiere, el carácter de un vapor.
La sombra de mi mano, al escribir transforma la lucidez en pernoctación; la cortina descorrida, en telón bajado.
Las lluvias llegan tarde, para el río que ha perdido su caudal: la humedad se extravía tierra adentro, dejando intacta la superficie amarillenta y reseca.