29 de Enero 2004

Zig-zag

Zig-zag: onomatopeya del movimiento que describo para lograr mis propósitos (zig: hacia delante; zag: hacia atrás).


¿Rutas? Unas hacia el norte, donde siempre llueve; otras, hacia el sur, en el que nadie usa bufanda: en cualquier caso, lejos / de la equidistancia en que se halla / esta tierra seca y desolada —muy fría para la abulia, muy cálida para la fruición.


Edénicas vivencias, las que criaste
en la isla ancestral, en pleno núcleo
de la Tierra sagrada:
capítulos de luz
en una novela de brasas.


Odioso, este estado: demásiado débil como para alentar tranformaciones, demasiado vigoroso como para acoger el ensueño —ni animus ni anima, ni chicha ni limoná.


Entre la bruma segregada por los automóviles, acierto a distinguir / los perfiles decididos del andarín.


De tanto modelar con mis dedos la cera caliente, he perdido en las yemas toda sensibilidad.


El flujo de la energía ignora los cauces que le brindamos: su jerarquía procede de abrirse por sí mismo el camino, de alzarse / de entre la nada hasta el picacho.


“¿De dónde proviene el suave impulso que incita al alma al movimiento y la echa a andar, condenándola a no detenerse nunca?” (V. NABÓKOV).


Las viejas estampas —amarillas cuando duermen en la sombra— al salir a la luz, crepitan.


Huellas en el cristal: vestigio
de lo que va a pasar.


Sólo cuando recobres la voluptuosidad de la clausura podrás volver —ermitaño mental— a soñar con los espacios abiertos.


La dimensión activa de la recepción es de tal naturaleza que, cuando reconoce una estructura cualquiera, se cree que la ha inventado ella, ¡la muy mezquina!


En la precariedad del castillo / de naipes subyace un indisimulado / orgullo no abatible.


La automutilación, cuando es reversible, puede considerarse como una especie de enroscamiento.


También los muelles (calculando la próxima distancia) se retraen.


Un delicioso juego nostálgico — Una inveterada tendencia a la conmemoración no ocultan — la audacia consustancial a todo viaje interior — descrito tierra adentro.


De nada sirve que haya cera en abundancia, si la mecha cuelga exangüe / fuera de la palmatoria.


Mañanas perdidas,
sin brújula—estrellas
apagándose, como cantando
el himno primero del revés.
Despertares
que ni abren ni se cierran:
bisagras oxidadas,
y chillando.


No hay ningún misterio en tapas con el cuerpo la trayectoria de la luz —nula esperanza, la de quien se interpone / entre el espejo y su reflejo, entre el ser y la nada / imantada de su adiós.


La intensa sensación de justicia que me proporciona una cortina de lluvia perfectamente tendida.


La planta situada justo enfrente de la escala principal, ¿cómo la llamarías, sino postración?


Lamentos
llamando a la insurrección:
no otra queja
de cabestro, sino alarido
previo a la descarga.


No importa cuánto te sumerjas en el cieno de la charca, a condición de que tu boya se mantenga inmutable en superficie.


Si no estás emergiendo, es que te hundes más y más.


Aborrezco el exterior
por mí no conquistado:
plano, diminuto, seco,
en sus cimas falsarias
no consigo respirar.


Tantas muertes como resurrecciones: en el saldo del eterno adolescente, ninguna claudicación es definitiva —ninguna conquista, permanente.


Cesa la lluvia, irradia el sol: en círculo se desenroscan / las babas del otoño, más chocho que nunca.


Por aquel entonces, la claridad restallaba / en el hueco fehaciente de mi ardor —ya, no.


Para darse a la vida contemplativa, es preciso que no haya nada que ver / entre el espectador y el espectáculo.


Aunque tengas la porosidad por el estado mágico del ser, piensa que la laguna, para retener su agua, debe poseer un fondo impermeable.


A medida que uno se aleja del eje de simetría, va aproximándose al punto crítico en que, paradójico, todo se revierte y cambia de signo.


Únicamente en la hipótesis no sustentada en el dato cierto — sólo entre los vahos de lo que quiere ser y aún no es, percibo el aire limpio de la mañana.


Cuando los acontecimientos van encajando, no es necesario buscar la adecuación fuera de las guías.


Comoquiera que, para mi espíritu emprendedor, la mera posibilidad posee plena categoría de realización, cuento los fracasos por triunfos —las semillas, por frutos ya maduros.


No quemarse: seguir acogiendo las insinuaciones como propuestas en firme —sin escarmentar de la demostrada propensión a abdicar, a no cumplir, a disolverse los mejores presagios).


Si de algo puede jactarse este Proteo es de no supeditar sus cambios a la perspectiva del beneficio: mutará tanto si gana como si pierde con el cambio.


El arquetipo, la leyenda viva del impostor, alcanza en mi persona el rango de esbozo sin pulimentar, de borrón y cuenta nueva, de acorde inicial y no prolongado.


Con la misma sumisión con que acepto el sucederse de las nubes y los claros, he de admitir / los vaivenes del transbordador en que viajo —medio cuerpo dentro, medio suspendido por la borda.


En el torbellino extático de las opciones irrealizadas, yo hallo la clave para seguir aguardando —una puerta más lejana, un pasillo hacia la inmensidad.


El deber de esperar—el derecho a precipitarse: ¿de qué lado se va a inclinar / la balanza infame de la ocasión?


Una frase sin una sola imagen, sin el consuelo de escaparse el sentido en dirección vertical, es como uma vía muerta / justo después de salir de la estación.


Hasta que no me aparto, no comienzo a participar.


Eso que tú llamas trayectoria errática, no es sino el rodeo que doy para hincarme en la diana.


La línea recta es el camino más corto entre dos puntos, pero el más hermoso / es el caracoleo.

Escrito por JoséLuis a las 29 de Enero 2004 a las 11:03 AM