Para estallar en mil colores, el haz de luz blanca debe concentrarse primero en un único punto átono, ciego y espectral.
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No es hasta que empiezo a alejarme que tú te aproximas No es hasta la raya del horizonte cuando se inicia la puesta de sol.
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Como un anciano que ha perdido todos sus dientes y debe masticar con las blandas encías, degluto con dificultad las viandas que en otro tiempo degustaba. El fin se ha convertido, para mí, en el principio.
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Imposible contemplarse en un espejo ahumado por las demasiadas miradas.
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Deconstruido el edificio heredado y constatada su falta de fundamento (último y primero), aún hay que decidir cuál es el próximo paso: levantar una nueva construcción o dejar que crezca en su lugar un inculto campo florido.
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Como un cono de incienso he querido vivir: ardiente, centrípeto y aromático hasta la última brizna.
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La transgresión: superar los límites (pactados o impuestos) para toparse con los límites que no se negocian. Naturaleza, ¡oh sublime ordenadora!
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Todo rebelde aspira, no al caos, sino a un orden lícito. Quien rompe las normas sólo para ocupar el lugar del Legítimo Regente (Sísifo, Ícaro, Tántalo: esdrújulos héroes equivocados), pena su error con la insatisfacción permanente.
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El instante es soberano: nadie puede juzgarlo desde el tiempo (la supuesta y falsaria perspectiva histórica) o el espacio (desde un afuera presuntamente higiénico y esterilizado). Lo que ocurre, parte de sí mismo y a sí mismo ha de regresar limpio, puro e inmaculado.