15 de Septiembre 2004

LA REITERACIÓN DEVOCIONAL

Volver a nacer no es la condena, sino el indulto que te lleva, otra vez, desde el suelo hasta el cielo: basta con que la Rueda asuma que lo es, y el Deseo será cierto.

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La reiteración devocional y el tedio impío comparten un innegable / aire de familia.

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Buceando en un mar calmo, aguardo la irrupción de un simple anzuelo, de una excusa – la ocasión que me permita emerger fuera del agua y comprobar (por si aún hiciese falta) que este pez es un anfibio en realidad, y le gusta.

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Ir constantemente es un modo perverso de no llegar jamás. Volver una sola vez se parece extraordinariamente a nunca haber estado.

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Nunca deja de reverdecer la mata sagrada: mira los brotes. ¿Los ves? Son el espejo del alma. Su otoño está lleno de retoños.

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Lo claro es más claro cuando anochece.

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No se desvela en su ausencia lo increado hasta que, con un impulso casi humano, nos ponemos a la altura de la creación. Así, lo negro y lo blanco (polos hermanos en su aparente oposición) vienen a la vez a la presencia, sí, de lo gris en extinción —pura vereda.

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Igual que yo, la estilográfica apura su tinta con la fibra gastada. A falta de orillas, revierte en hondura lo que ignora en superficie. Igual que ella, extática, mi piel se estira en busca (la vida la tiene calada) de la uña que la afirme. Perviven ambas en su agonía rala y, aun así, sublime: la guadaña la adivinan y la tumba ya no gime.

Escrito por JoséLuis a las 15 de Septiembre 2004 a las 01:07 PM