15 de Septiembre 2004

CERRAR LAS VENTANAS

Cerrar las ventanas, después de meses expuesto, es nacer de nuevo al interior. Los ruidos se amortajan: nadie, excepto el folio, mi vela y yo. Se transmuta este cuarto en orbe entero. Las paredes cantan, o emiten ecos (no es domingo cada día en la sabana). Nada que expiar: en este encierro, el pecado es ilusión y mi alma, una campana abocada a lo increado. Un quemador: le prendo fuego. Esencia y agua. Entremezcladas, la mañana canta con un solo pulmón (el de la exacta inspiración). Las armonías van a más: Brahms toca el piano con décadas de distancia, pero yo no percibo ninguna separación. Apogeo: en mi corazón, todo es simultáneo, aéreo y plenario. Invoco a una amiga (cálida o fría, según los casos), le doy alas, la veo volar, la sigo con la mirada… desaparece lentamente hacia su limbo de besos no codiciados. ¡Dios la guarde mucho años! En mi sitio me quiero: medio dormido, y soñando.

Un crujido. Miro la palmatoria. Tiene dos llamas: la más reciente desenterró a la antigua, y ahora lucen ambas. No hay escapatoria. Mueren. ¡Ya! Se han ido. Sigo indeciso, lúcido y crepitando. Los fenómenos más nimios, en esta calma cobran pleno sentido. Yo la retengo (sin aferrarla). Que el suceso tenga en mí su blanco sagrario: esa es mi única tarea. Soy el guardián oculto del universo. Su mecha. Su llama. Su deflagración.

Escrito por JoséLuis a las 15 de Septiembre 2004 a las 01:04 PM