"Si miras la cara de alguien durante el tiempo suficiente, acabarás por sentir que te estás mirando a ti mismo" (Mister Vértigo).
Un circunloquio nos conduce hasta las afueras del verbo, allí donde la precisión tan sólo comunica / lo que la niega en el fulgor.
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En la consciencia embriagada se produce la disolución imprescindible entre el despertar y el estar despierto (o, lo que es lo mismo, entre la visión y la contemplación).
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Sólo en la evidencia de la precariedad se accede a la constatación de lo invulnerable.
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Ripios: trampas para fetichistas / como el que esto escribe.
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De todas las teclas del piano, he tenido que pulsar / justo la sordomuda.
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Amordazada, esta cuerda
ya no vibra por las mañanas
su condición retráctil le coloca
una sordina en las entrañas.
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La exploracíón sólo es más noble que la custodia / en la medida en que preserve oculto lo que cree desenmascarar.
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¿Aplomo? Me hundiría hasta el fondo. Si debo seguir pescando, prefiero ser el corcho, la boya en superficie que mantiene / relaciones carnales con los cuatro elementos.
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"Si miras la cara de alguien durante el tiempo suficiente, acabarás por sentir que te estás mirando a ti mismo" (Mister Vértigo).
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Enuncié el final de todas las cosas, y la fuente volvió a manar--ella, la ausente, la que sólo emite su canción cuando todo ruido ya ha cesado.
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Supe que era un túnel, y que lo estaba cruzando, sólo al divisar un punto de luz al fondo.
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Una piragua y el arroyuelo: mutuos, se solicitan.
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Pasado cierto tiempo, el sendero que se abría delante de ti vuelve a cubrirse de zarzas y malezas: volver a recorrerlo tatuará tu piel de quejas rezagadas y reproches en forma de punzón.
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¿Sacrificar la propia vida por una causa? Bien, pero entonces, ¿quién va a cargar con las consecuencias?
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Las blandas estructuras que adoptó la cera líquida parecen de piedra cuando se solidifica.
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El vidrio que, candente, puede adoptar cualquier forma, se endurece y deja de cambiar otra vez frío.
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Calla el bosque justo antes de amanecer: como un presagio o una amenaza, los animales esperan.
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Al igual que para obtener agua en un páramo desierto, para rejuvenecer HAY QUE PERFORAR.
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El alma que vendió Fausto fue la perecedera--o, mejor, la trocó por la que él ambicionaba: la informe, la no nacida, la que jamás ha de morir.
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Densidad sin asperezas, cuerpo perfectamente armonizado, afluencia de vientos buenos, agua tranquila, ¿cuándo me inundaréis de nuevo?
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